Los viajeros a menudo se enorgullecen de las dificultades que pasan en los países que visitan –comer solo en un restaurante ocupado o encontrar el camino después de dar un par de vueltas–, pero ¿qué pasa si visitar un lugar nuevo es un verdadero desafío físico y mental?
Cuatro viajeros de la web Rough Guiders comparten sus experiencias de viajes accesibles y dan varios consejos para poder viajar solos.
«Me da vergüenza pedir de nuevo y finjo que entiendo lo que me dicen»
Forida Abdullah, 29, empresa de catering
«Cuando era más joven, a menudo pensaba que sería mejor que fuera totalmente sorda, porque así la gente entendería que no puedo oírlos y harían un esfuerzo para ayudar. La realidad es que nací parcialmente sorda, lo que significa que puedo oír, pero me resulta difícil entender a la gente, sobre todo si hablan rápido o tienen un acento fuerte.
Me encanta viajar porque me hace sentir independiente, pero mi audición puede afectar a mi nivel de confianza. En los restaurantes, prefiero ir acompañada para que la otra persona pueda pedir la comida, ya que si no, podría haber errores. A veces, si estoy hablando con alguien y no entiendo lo que me dicen, tengo que pedirles que lo repitan, lo que puede irritar a la otra persona. Como me da vergüenza preguntar varias veces, acabo fingiendo que entiendo lo que me estan diciendo.
Cuando salió la tarjeta Oyster en Londres, me sentí aliviada porque ya no necesitaba hablar con los conductores de los autobuses. Sin embargo, cuando viajo sí tengo necesidad de comunicarme con ellos, así que estoy valorando la posibilidad de usar audífonos. Siempre los he odiado, pero creo que ya es hora de que deje de ocultar mi discapacidad. Ese es el único consejo que daría: no lo escondas. Pide ayuda cuando la necesites. La mayoría de la gente –cuando se dan cuenta– harán todo lo posible para ayudar. Te harán comprender que no tenías ninguna razón para sentirte cohibido«.
«Los hoteles todavía tienen un largo camino por recorrer»
Hetal Jethwa, 34 años, subgerente de estudios de mercado
«Sufro de distrofia muscular, lo que afecta a la debilidad muscular y, a veces, al propio desgaste de los músculos. Mi discapacidad hace que sea muy difícil viajar, así que suelo visitar lugares donde puedo trasladarme con mi propio coche. El transporte público no es una opción, ya que me resulta difícil usar las escaleras y a veces pierdo el equilibrio. Además, los conductores de autobuses no siempre bajan el autobús porque físicamente parezco «normal» y a veces me resulta incómodo pedirlo.
Ha habido momentos en que mi discapacidad realmente ha afectado a la confianza en mí mismo. Y esto ha ocurrido principalmente las veces en las que me he caído en un lugar público mientras viajaba. Cuando me caigo, si no hay un asiento o un soporte cerca, necesito que me ayuden a levantarme del suelo. Esto me afecta de diferentes maneras: me causa vergüenza, dolor físico y también me genera una fobia a la hora de viajar y estar fuera de mi zona de confort. Viajar se supone que está vinculado a la diversión y a la espontaneidad, pero cada vez que me invitan a algún lugar tengo que hacer algunas preguntas básicas: ¿Hay alguna escalera? ¿Cómo es el asiento? ¿Es bajo? ¿Podré levantarme sin causar una escena? Si alguna de estas respuestas es negativa, ni siquiera voy.
Los hoteles todavía tienen un largo camino por recorrer. Busco imágenes online para tener una idea de cómo es un lugar, pero no siempre encuentro información que me ayude. Hay sitios web que ayudan a las personas mayores, pero los lugares que muestran son acordes para ellos, no para alguien de 20 o 30 años. Si tuviera que aconsejar a alguna persona en mi misma situación le diría que sean fuertes y que intenten superar el miedo a viajar a nuevos lugares poco a poco. No tienen por qué irse a países exóticos y lejanos. Inglaterra es un buen lugar para empezar«.
«Coger un vuelo a tiempo es mi responsabilidad, no de la de la aerolínea que prometió ayudar, pero no apareció»
David Fawcett, 48 años, analista financiero
«Una discusión permanente entre nosotros, las personas ciegas, es si pedir o no ayuda al viajar solos. Al principio, siempre solía contratar la opción de un escolta o carrito motorizado, pero poco a poco aprendí que podría ser más un obstáculo que una ayuda. A veces, tenía que esperar durante 20 minutos o más a que esta guía llegara. Otras, la persona que me acompañaba caminaba a un ritmo tan sumamente lento, que casi llegaba a desear apuñalarme en la pierna solo para no quedarme dormido.
Hoy en día aún acepto ofertas de ayuda, pero si la asistencia prometida llega con más de 10 minutos de retraso, me voy por mi cuenta. Coger un vuelo a tiempo es mi responsabilidad, no de la de la aerolínea que prometió ayudar, pero no apareció. Esta frase significa que siempre soy yo el que tiene el control. He descubierto que si estás sentado, la gente te deja solo porque parece que estás esperando por algo o alguien, pero desde que te mueves, siempre te ofrecerán ayuda.
Siempre doy tres consejos a viajeros como yo:
- Nunca se sientan intimidados a la hora de aceptar algo con lo que no se sientan cómodos. Me han llegado a decir que sería más fácil llevarme en una silla de ruedas que llevarme escoltado por un guía, pero me he negado.
- A veces, las cosas salen mal. Y no porque estés discapacitado, sino porque es ley de vida.
- Comprueba siempre que los monumentos y museos hacen tours especiales para ciegos. Una vez leí el artículo de un ingeniero jubilado que escribió al consulado griego y le permitieron caminar por el interior del Partenón y tocar sus piedras, algo que ningún otro turista había hecho durante cien años.
«¿Qué es lo que más temo? ¿Que la gente me mire o no poder conocer mundo? Indudablemente, lo segundo»
Wendy Lim, 32 años, contrato en prácticas
«Nací con un trastorno genético llamado síndrome de Crouzon, que causa un crecimiento anormal en el cráneo. Mi cabeza y cara están bastante deformadas. Al crecer, fui plenamente consciente de mi aspecto. A día de hoy, mis ojos sobresalen un poco, lo que me hace parecer que estoy permanentemente sorprendida.
Cuando estoy de viaje, me quedo mirando constantemente dondequiera que vaya, ya sea un pueblo remoto en la India o una ciudad bulliciosa como Nueva York. A veces, las personas son curiosas y me hacen preguntas. Otras, pueden llegar a ser crueles. Me han llegado a llamar «cara de perro», «cara de pez», y cosas de todo tipo. Pero si me preguntan lo que más me temo, si que la gente me mire o no poder conocer mundo, diría sin duda que lo segundo.
He conocido a víctimas de ataques con ácido en la India, y el coraje de esas mujeres es muy inspirador. En mi caso, nací de esta forma, fue una anomalía de la naturaleza. Pero si alguien me hiciera algo como a estas mujeres, probablemente me consumiría la amargura. Personas como Katie Piper, que fue víctima de un ataque ácido en el Reino Unido, ayudan mucho en la concienciación.
Me gusta mucho un programa del Channel 4 llamado «Los «The Undateables» (algo así como las personas a las que nunca invitan a una cita). Muestra que las personas con discapacidad son como todos los demás. Queremos relacionarnos con gente, hacer amigos, comer, beber y reír. No he encontrado una mejor manera de hacer todo eso que viajando. Viajar no va a cambiar mi cara, pero me ha cambiado el alma. Suena cursi, lo sé, pero es verdad«.
Fuente: Rough Guides.